Todo el mundo quiere ser inmortal, pero nadie se ha molestado en leer la letra pequeña: para ser inmortal
Las aceras siguen siendo ilegibles libros de pies cuyas páginas se revuelven al son del insomnio
A lo mejor es bueno crearse una rutina de romper la rutina diaria y marearse en la noria. A lo mejor tenemos que ser fuertes
Esta disputa —que el lector disfruta— de la zorra con las uvas me enseña
No te dejes engañar: las sonrisas de verdad pueden atravesar hasta las mascarillas más opacas.
¿Qué se supone que debe uno pensar si cuesta más leer y aprender de los fallos de los demás que beber y cometer los propios?
Cree en ti mismo: la creencia precede a la evidencia.
No hay momento más letal que cuando la tóxica quemazón de la decepción se te hace familiar.
Mientras tanto, el eco de aquel beso inesperado resonaba en mi cabeza.
Qué cruel es la torre Eiffel: unos días me quiere, otros también, aunque no me lo dice.
Querido, “hubos” hubo muchos pero no fueron tuyos. Pero “ahoras” sólo hay uno y te pertenece.
Tu resultado, no el precio que has pagado, es lo que envidian.
El prosaico patriotismo de la pila de platos sucios de la cocina no está patrocinado por ninguna puta compañía
Dejaremos de complicarnos la vida sin sentido el día que nos llamen simple y nos parezca un cumplido.
Quien no tiene memoria necesita cicatrices. Quien no tiene historia necesita tatuajes.