Desde que desperté, me dediqué a desear dibujarla despierta y desnuda: danzando decidida
No se echa en falta nada que sobra: como una mariposa que vuela a la pata coja.
No hay momento más letal que cuando la tóxica quemazón de la decepción se te hace familiar.
Vístete de aire, de brisa y ven a verme.
Así como no todo aquello que mide la hora es un reloj, no todo aquel
Querido, “hubos” hubo muchos pero no fueron tuyos. Pero “ahoras” sólo hay uno y te pertenece.
Detrás de esta sudadera desgastada y deshilachada guardo este acariciado, áspero y moribundo mundo. Detrás de esta cara de charlatán
Tu resultado, no el precio que has pagado, es lo que envidian.
Dejaremos de complicarnos la vida sin sentido el día que nos llamen simple y nos parezca un cumplido.
Sin publicidad, sé una buena persona: he aquí el secreto.
¿Qué se supone que debe uno pensar si cuesta más leer y aprender de los fallos de los demás que beber y cometer los propios?
Pájaro nunca voló: le dijeron que no podría y se lo creyó.
En efecto, yo –como cualquier elemento– lluevo lo que llevo por dentro. De hecho,
Tu sonrisa es un soplo de aire fresco. Un pliegue de origami que desorienta.
Esta disputa —que el lector disfruta— de la zorra con las uvas me enseña