Lúgubre la noche se deshace en la sombra fatal de mi jornada. Ya el sueño, la sal de la vida, desteje el universo que rigen las barbadas hechiceras.
Tendida yace inocente la oscura Escocia en su lecho. Ignoro las profecías, las campanadas y el graznido de los cuervos.
Brusca me hiere la vigilia y me arrebata del sueño la fortuna. Frágil Macbeth clava firme el puñal. Primero el hierro de la herida, más tarde el hierro de la sangre, el llanto de los grillos, el grito del búho; el sabor de la muerte...