Una hormiga miraba la montaña
midiendo las distancias con su anhelo.
Ni tanta la extensión, ni tanto el cielo,
en la humilde intención de sus pestañas.
Y construía un mundo en sus entrañas
en sigiloso empeño desde el suelo,
y en la imaginación alzaba vuelo,
sin rozar la ambición de las hazañas.
Midió la voluntad y la paciencia.
Ver la tierra, vencer los aguaceros.
Sabía la armonía y la prudencia
del amanecer ultimo y primero.
Quería un corazón, una conciencia,
hacer un paraíso; un hormiguero...