(Para que la humillación a Barreiro fuera completa, bajo el mando de Simón Bolívar, el ejército patriota se traslada, en la sigilosa noche, de Paipa a Boyacá, burlando la endeble vigilancia del campamento realista. El General James Rooke, herido de bala en la Batalla del Pantano de Vargas, cargado por soldados de su legión británica, para no arruinar la operación, sufre y agoniza en silencio...)
La luna en los charcos y la antigua noche sobre el pantano son delirios de agonía. La bala que me toca el nervio, la sangre que me deja ciego, la humedad que me roe los huesos, la fiebre, la sed, la herida, son númenes inciertos, formas que se van desvaneciendo. Postrado moriré de cara a las estrellas.
Sea la gloria para Bolivar, para Wellington y para los hombres que a capricho han moldeado su tiempo.
Que hilen las Parcas de dorado su destino, que sean para siempre recordados sus nacimientos y sus muertes.
Sean ajenos los rostros de la libertad contra la tiranía.
Venga a mi la lenta agonía
la negra muerte y el blanco día.