Los abanicos abrieron soles
en mi patria, que es la patria de mis mayores.
Avanzan los vasallos invasores,
como avanzó Kan y el ejército de los mongoles.
Pero yo, Qi Jiguang,
baluarte de la soberanía nacional,
soldado al servicio de la Corte Imperial,
defenderé con mí vida los confines de Zhejiang.
El soberbio paso de los piratas no me aterra.
Los espero con el ponzoñoso filo del Langxian,
con el sabio comandante Hu Zongxian,
y el estudio minucioso del Arte de la Guerra.
Quizá me atraviesen el pecho de un flechazo,
quizá me falle el brazo y esta tarde muera,
quizá un bandido cualquiera
me levante de un lanzazo.
Divino será el motivo
que me mantiene vivo en este mar de muerte.
Prevaleceré en el caos si tengo suerte,
seré considerado un Dios si sobrevivo.
La guerra está por definirse.
De sangre y sudor es mí armadura,
y yo sé que los vasallos de Matsura,
prefieren la muerte antes que rendirse.
La última estocada, el último duelo.
Cuando el último rostro agonice de dolor,
el Celeste Imperio conservará su color,
claro e interminable como el cielo.
¡Oh, tierra ancestral y legendaria!
Yo siempre te veré inmortal y milenaria.