A veces, el fuego se enamora de todo lo que toca. En esas veces y solo en esas el destino, lejos de ser desatino, es justicia poética.
Uno mendiga, muchos mirando el móvil: falta compasión.
No se echa en falta nada que sobra: como una mariposa que vuela a la pata coja.
Todo el mundo quiere ser inmortal, pero nadie se ha molestado en leer la letra pequeña: para ser inmortal
El prosaico patriotismo de la pila de platos sucios de la cocina no está patrocinado por ninguna puta compañía
No hay momento más letal que cuando la tóxica quemazón de la decepción se te hace familiar.
Larga es la historia, corta la conclusión: cada vez menos pelos en la lengua, más en el corazón.
La débil dedicatoria que le dedico… para hacerlos míos se está desdibujando entre ojeras desgastadas y lírica… y se está volviendo ilegible
Mientras tanto, el eco de aquel beso inesperado resonaba en mi cabeza.
¿Sin ganas de vivir? Vive sin ganas. Las ganas de vivir se ganan viviendo.
Cantar bajo la lluvia está sobrevalorado. Yo prefiero ser lluvia bailando en tu ventana: cantando en claqué
Así como no todo aquello que mide la hora es un reloj, no todo aquel
Todos llorando por lo malo del mundo, como si no hubieran visto ni un gramo, de maldad. Y yo, sonrisa en mi cara,
Mientras el otoño llega y las hojas se tornan amarillo, yo me torno carajillo y me bebo,
Tu forma de diábolo, de reloj de arena tu perfil, contra mi alma de león y mis dientes de marfil.