Al final podré perecer petrificado por perder un pulso de miradas
Tu sonrisa es un soplo de aire fresco. Un pliegue de origami que desorienta.
No te preocupes, deja que la vida ocurra como ocurre la vida misma: orgánicamente.
Tu resultado, no el precio que has pagado, es lo que envidian.
Se oye un sepelio por los muertos por dentro: vida sin ganas.
El cuerpo que te ha tocado es el resultado de una lotería que no has jugado.
Sin publicidad, sé una buena persona: he aquí el secreto.
Hijo, he aquí un hallazgo que te recomiendo no pasar de larg… ni olvidar: los humanos son bien lentos en dar… mas raudos cual rayo en recibir.
Fuimos los perfectos políglotas: yo te hablaba en cristiano, tú me callabas en francés.
No hay momento más letal que cuando la tóxica quemazón de la decepción se te hace familiar.
Desde pequeñito crecí igualito que un camaleón: un ojo en el presente –que es buen… otro en el pasado –que fue mejor–.
No te dejes engañar: las sonrisas de verdad pueden atravesar hasta las mascarillas más opacas.
Las canas son sabiduría que se desborda.
La débil dedicatoria que le dedico… para hacerlos míos se está desdibujando entre ojeras desgastadas y lírica… y se está volviendo ilegible
No soy ningún –ista ni practico ningún –ismo: sólo soy un artista que piensa por sí mismo.