Al final podré perecer petrificado por perder un pulso de miradas
Mientras el otoño llega y las hojas se tornan amarillo, yo me torno carajillo y me bebo,
Larga es la historia, corta la conclusión: cada vez menos pelos en la lengua, más en el corazón.
Las canas son sabiduría que se desborda.
No hay momento más letal que cuando la tóxica quemazón de la decepción se te hace familiar.
Mientras tanto, el eco de aquel beso inesperado resonaba en mi cabeza.
Plantamos flores para cubrir las grietas en el corazón.
Fuimos los perfectos políglotas: yo te hablaba en cristiano, tú me callabas en francés.
La débil dedicatoria que le dedico… para hacerlos míos se está desdibujando entre ojeras desgastadas y lírica… y se está volviendo ilegible
Uno mendiga, muchos mirando el móvil: falta compasión.
Detrás de esta sudadera desgastada y deshilachada guardo este acariciado, áspero y moribundo mundo. Detrás de esta cara de charlatán
Quien no tiene memoria necesita cicatrices. Quien no tiene historia necesita tatuajes.
Tu sonrisa es un soplo de aire fresco. Un pliegue de origami que desorienta.
Desde pequeñito crecí igualito que un camaleón: un ojo en el presente –que es buen… otro en el pasado –que fue mejor–.
El mundo es infinitamente complejo… hay infinitos matices entre el bien y el mal, así como infinitos tonos entre el blanco y el negro.