La luna era de color morado.
Hasta que vio su reflejo en los ojos del mundo.
Entregó su color a la inmensidad de la noche,
desnudándose,
quedándose hasta los huesos.
Su esqueleto es el que vemos allá en el firmamento.
Y es que las cosas,
cuando las despojas de todo,
queda su alma,
restan hermosas.
Víctor Daniel López
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