Cuando se disuelvan en el polvo los suspiros
nos olvidarán las flores, como también los sauces, los helechos y los tulipanes. nos borrarán del mapa las caricias del viento y nos enterrarán las rocas entre sus inmóviles cuerpos. habremos desaparecido, sin dejar siquiera huella o rastro alguno. nos habremos ido, y así seguirán cantando los ruiseñores, los mirlos, los petirrojos, los cenzontles y los jilgueros. danzarán los pavorreales, los piojos y las ranas sobre nuestras tumbas hechas no más que de ramas y hojas secas. las hojas seguirán cayendo de los árboles y los ríos llevando el sudor de las nubes hacia los mares. los océanos nos habrán arrebatado los suspiros y el fuego borrado nuestro cuerpo en llamas. las serpientes nos habrán dado un beso de Judas, traicionándonos y lanzándonos a la hoguera. la tierra nos tragará hacia el fondo de ella, allá en donde no llega la luz. el aire se habrá acabado para todos nosotros, y el agua, la carne y el movimiento. pero las mariposas seguirán danzando y también las olas y las nubes, las estrellas, la música y la poesía que dejamos en esta tierra. no se detendrá el tiempo. no se detendrá la noche. ni la lluvia. ni los amaneceres. seguirá el mundo irradiando su propio color, el de antes, el de ahora, el mismo de siempre. seguirá la vida respirando, mientras la muerte riendo. y nosotros, nosotros estaremos muy lejos ya para poder contemplarlo todo. tendremos los ojos cerrados. estaremos lejos para mirarlo, pero también muy cerca para sentirlo.
Víctor Daniel López
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