Le lloraba a su recuerdo mientras la lluvia arremetía contra él como si fuere árbol marchito. Pero la lluvia que había dentro de su mente era aún peor, más despiadada, interminable y vacía de humedad. Dentro de él llovían recuerdos, personas, aromas, momentos. Por la noche lo asfixiaba el calor que traía el insomnio, lo hundía la soledad de saberse tan desdichado y lejos. Por la mañana lo embriagaba el cansancio y andaba como muerto caminando por calles que le parecía ajenas, desiertas. Por las tardes se encerraba en el baño del sitio en donde se encontrara y se soltaba a llorar, sin piedad alguna del ruido de sus lamentos. Se estaba pudriendo, lentamente, minuto a minuto. Su presente se estaba apagando por un pasado que aullaba a las horas de luz cuando aún había noche. Pero los días aquellos que alguna vez había vivido estaban ya por terminarse de disolver en la espuma de mar, que a lo lejos, iba navegando de regreso a su hogar, hacia la profundidad de todas las cosas, hacia el centro de toda la vida.
VDL