Bajo la falda de los cerros orientales veo la sombra de tu rostro,
y el rojo de la tarde
desciende, cruza, atraviesa, hasta tus ojos.
¡Estamos en las montañas!
Vivimos en lo alto.
Zamba de lluvia
y tango de frío.
La humedad aprieta los cuerpos hasta convertirlos en esmeraldas.
Y al final,
van a dar todas las lágrimas verdes al río.
Mi beso recorre en palabra toda tu espalda.
Amanece de madrugada,
y tú, a mi lado,
en mis brazos,
continúas descalza.
Nada puede despertarnos.
Seguimos durmiendo,
y extendemos la noche, más larga.
El sol ya en las montañas.
Subimos al cerro del Quininí
y gritamos tanto
que desaparecemos.
(todo lo demás también desaparece).
Víctor Daniel López
VDL