Resaca
RESACA
Habíamos pernoctado en una vieja casa en Louisina, Indiana un 4 de abril de 1920. Una inquieta abeja revoloteaba mi sentido auditivo mientras una revista Ziegfeld Follies posaba la página catorce frente a mis ojos, mostrando la sensual pierna de una hermosa cantante de jazz. Descansaba en la mesa de noche, algo mojada, junto a un cigarrillo hecho trizas y dos botellas de cerveza a medio terminar. Empecé a recordar en mi resaca, en mi desazón; que bailaba un foxtrot con la mujer más hermosa de la pista de baile. Aunque no recordaba su nombre.—¿creo que era Madeleine?—¿quizás Mabelle?—¿Michelle?—bueno... no lo recuerdo.—Me imagino que será un nombre común como los que usan los norteamericanos. Pero si recuerdo que nos embriagamos y al llegar a su casa tuvimos sexo y me comporte como un patán y a ella le gustó. Fui prisionero de sus piernas, el conserje de su vagina y el campeón en su cuadrilátero, en su territorio.
Ella aún dormía mientras me peinaba las cejas con los dedos y me masajeaba la parte central del cráneo en círculos de derecha a izquierda y en sentido contrario. Me dolía la cabeza y me crujía el estómago. Estábamos desnudos y su hermoso rostro estaba sellado por un sueño profundo. Recuerdo que se le marcaba el rostro como un angel bondadoso. Ni mencionar su tremendo culo; era una belleza, adicionando la palabra maravilla era poca cosa para aquello. No quería despertarla para decirle que era hora de marcharme. Pero tenía que hacerlo y así poder crear un plan para preguntarle su nombre sin que se incomodara y poder escapar de tal bochornoso momento.
