Pensar el mundo es salir de él.
Entrar en el reino de los arquetipos,
en el de las ideas o en las abstracciones.
Percibir el mundo es vivir en él.
Y ser vivido por él.
Formarse dentro.
Elegir con qué alimentarnos.
Sentir el mundo es reconocerlo.
Como cuando no teníamos palabras.
Cuando podíamos subir en las gotas de lluvia,
caer en las chispas de una fogata,
fluir con la roca de la montaña,
permanecer en el devenir del río...
Ser parte del mundo, sin estar en él.
Ser parte de la naturaleza, sin ser.
Ser lo que somos, sin interferir.
Ocupar el lugar en el momento,
sin conquistar ni ser invadidos.