Y así como sin querer
un día desaparecí.
Decir sin dejar rastros
sería un lugar común,
quiero pensar que en algún lugar,
en algún corazón o imaginación,
habrá quedado algún recuerdo
para bien o para mal
como algo importante o banal.
Tal vez sea mucho pedir
o mucho sentir
o pretender que otros sientan
como he sentido y atesorado hoy
¿Qué se puede decir antes de morir?
¿Cabe acaso pronunciar palabra?
como un acto desesperado
recurrir al verbo que crea
para retrasar lo inevitable...
Aferrarse a la vida
creyendo que ahí termina,
rechazando el natural devenir.
Pero ¿cómo se le puede decir
a alguien que siente que deja de existir
que es natural morir?
Pasamos la vida entera tratando,
exaltando la existencia,
la importancia de eso que no somos
y nos olvidamos de Ser.
Y allí, en las postreras de la existencia
Nos aferramos al momento para no dejarnos ir
Entonces qué decir:
«Gracias» porque al fin reconocemos,
en el último aliento, la maravilla de vivir.
«Te amo» si tenemos la suerte
de que alguien sostenga nuestra mano
mientras se pregunta por qué
o aborrece la existencia misma
que le arrebata ahora la persona amada
O como el poeta, «vida estamos en paz»...
Ser tocado por la muerte
aunque sea de costado,
mientras cumple su trabajo
nos cambia, modifica nuestro estado.
Nadie sale indemne de ese encuentro.
Sientes el susurro, el frío
en el que se va... en el que recorre tu espina.
Tal vez, en vida, esa sea la función
más importante de estar presente
cuando al ser amado le toca irse:
ser conscientes de la finitud y cuestionar,
siempre,
lo que hacemos con el tiempo que se nos ha dado.