Su balandra que arriba a mi ribera,
lirios de espuma sobre el mar deshoja,
y luce al sol la tricolor bandera
cual una llama gualda, azul y roja.
Soy feliz cuando me habla la viajera
a pesar del pesar que me acongoja,
y del llanto que ayer vertí en su espera
y del que hoy aún mis ojos moja.
La tarde abrió sus múltiples pendones,
y ante el adiós de nuestros corazones
lloramos juntos como dos hermanos;
¡más, me alivié al notar que ella, tan mía,
era al fin la mujer que recibía
la última caricia de mis manos!