Cruz María Salmerón Acosta

Ambición frustrada

Quisiera que me amase esta doncella
que me visita con piedad cristiana,
como un tiempo me amó la dama aquella
que ya no alienta mi esperanza vana.
 
Que fuera yo, para esta niña bella,
el ser que sueña su alma sobrehumana,
y en cambio, para mí, que fuera ella
una novia, una amiga y una hermana.
 
Antes le hubiera hablado de mi anhelo;
hoy, aunque el limpio azul del cielo
de su mirada en mi ventana radie,
 
a callar mi cariño me resigno,
porque pienso, Señor, que no soy digno
ni de su amor, ni del amor de nadie.
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