Tiene todo el encanto de una diosa: de Diana,
junto al río que besa su casto pecho en flor;
de Venus, junto al mar azul y porcelana
que la envuelve de espumas, en un largo rumor.
En sus espejos líquidos dibújase galana
como un paisaje lleno de sideral fulgor;
se empurpura de rosa su río en la mañana
y su mar en la tarde, se anega de esplendor.
Es nereida y es náyade, canta o llora su pena
con la triste armonía de una dulce sirena
en sus aguas sonoras, con el beso lunar.
Y la risa del sol ameniza su hastío:
y se aduerme escuchando la sonata del río
y despierta loada por el himno del mar.