Pasó mi adolescencia en torbellino
y gozarla no puede lo bastante;
y estoy como un cansado peregrino
que teme caminar hacia delante.
¡Qué imposible paréceme el camino
que me torne a la dicha tan distante!
Pienso que este demonio del destino
no cesará de herirme ni un instante.
Mientras se va mi juventud querida
en el duro aislamiento de mi vida,
mi pobre alma que la suerte azota
va destilando en lágrimas su pena;
pero ¡ay! ese dolor, que mi alma llena,
es como un manantial que no se agota.