Que sea la última taza de té
y que con ella me trague todos los besos que me sobraron,
y que se borren todas las taquillas por las que no pasamos.
Que sea la última madrugada que te escribo,
mientras me quito la tinta que grabó tu nombre
mientras me despido del deseo de extrañarte,
de quererte,
de abrazarte.
Y que sea este mi último trago,
que con él se vayan tus mentiras,
y tus risas
y tus manos
y tus besos.
Que en el sabor se quede lo que te aprendí:
la valentía de no fijarme de nuevo en tu sonrisa.