El cactus también murió
Y yo me quedé con algunas letras de sus cartas,
con el olor de su bufanda,
con mis paredes y su esencia tapizada.
Me quedé con su sonrisa de fotografías,
con las tardes del domingo,
y con el árbol de testigo.
Con aquellos detalles que no le di,
y con la vida que no le fue suficiente compartir.
Me quedé con lo último que quería de él:
el recuerdo ahogado de su alma, y lo cobarde que fue su mirada.
El cactus también murió.