Flores.
Mientras el otoño llega y las hojas se tornan amarillo, yo me torno carajillo y me bebo,
Llevan las medias negro melancolía: como el corazón.
No se echa en falta nada que sobra: como una mariposa que vuela a la pata coja.
Caído una vez, levantado otra vez más: así es la vida.
En efecto, yo –como cualquier elemento– lluevo lo que llevo por dentro. De hecho,
Del maestro más mordaz, siempre somos aprendiz: las lecciones vitales siempre dejan cicatriz.
Desde pequeñito crecí igualito que un camaleón: un ojo en el presente –que es buen… otro en el pasado –que fue mejor–.
Tu sonrisa es un soplo de aire fresco. Un pliegue de origami que desorienta.
Voy a lanzarme a ver si existo: sin perdón, sin excusas, sin permiso.
Sin publicidad, sé una buena persona: he aquí el secreto.
Hijo, he aquí un hallazgo que te recomiendo no pasar de larg… ni olvidar: los humanos son bien lentos en dar… mas raudos cual rayo en recibir.
Déjame que te cuente el lado oscuro del mercado: venderse a uno mismo está muy bien pagado.
Irrelevante: cuando nadas en el mar, la lluvia da igual.
Querido, “hubos” hubo muchos pero no fueron tuyos. Pero “ahoras” sólo hay uno y te pertenece.
Hazlo aunque llueva, porque llueva o no llueva, no se hace solo.