¿Cómo nombrarte sin que el alba se quiebre?
¿Cómo nombrarte sin que el alba se quiebre,
sin que el silencio, al nombrarte, se haga luz?
Eres oro que arde en lo invisible,
raíz donde el trueno localiza su fiebre,
y pulso en la piedra, y la huella en el aire,
y el rostro que incendia mi semblante vencido.
Vienes como el rayo al campo sediento,
como ímpetu de río al hueso del mundo.
Eres la llama donde el tiempo se inclina,
el eco que en mí despierta eternidad.
En ti descubro mi olvidada forma,
todo lo que fui (y en tu llama se pliega),
y al consumirme no soy sino lumbre,
no soy sino sombra refundida en tu sol.
Dime, entonces, ¿qué queda después del fuego,
cuando la ceniza es el otro ego de la luz?
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