¡Ah! Nunca más conocerá tu boca
la vergüenza del beso que chorreaba
concupiscencia, como espesa lava!
Vuelven a ser dos pétalos nacientes,
esponjados de miel nueva, los labios
que yo quise inocentes.
¡Ah! Nunca más conocerán tus brazos
el nudo horrible que en mis días puso
oscuro horror: ¡el nudo de otro abrazo!...
Por el sosiego puros,
quedaron en la tierra distendidos,
¡ya ¡Dios mío! seguros!
¡Ah! Nunca más tus dos iris cegados
tendrán un rostro descompuesto, rojo
de lascivia, en sus vidrios dibujado!
¡Benditas ceras fuertes,
ceras heladas, ceras eternales
y duras, de la muerte!
¡Bendito toque sabio,
con que apretaron ojos, con que apegaron brazos,
con que juntaron labios!
¡Duras ceras benditas,
ya no hay brasa de besos lujuriosos
que os quiebren, que os desgasten, que os derritan!