No se siente el vagabundo
en el intacto sitio vacío.
Siéntese en rocas, tronco o arenas,
y no me miente nombre bendito.
El que yace tenía un canto
a flor de sus labios floridos.
Danzar hacia las bestezuelas,
cantar el valle ensombrecido.
El perdulario todo en sangre
no tome el lugar bendito,
no llame a la puerta suya,
que como un árbol prodigioso
dando su sombra quedaba íntegro.
Trayendo la fruta o el leño
por bendito quedaba íntegro
y cantando consolaba.
No desbarate la Gracia (1)
*de nombre, de hora, de sitio,
el perdulario que no sabe
devolverme el bien perdido
ni las rutas de la Provenza
*ni las flores de los caminos.
Y no arrebate el perdulario
si no mamó leche de ritmos
ni cultiva árbol de fábulas,
este ámbito enternecido (2)
de Romances y de Fábulas
*y el grito del “Sucedido”.
La soledad de la casa
se puebla cuando ha anochecido,
cuando a su casa él regresaba
envuelto en neblina y ángulos finos.
Los ríos que cruce le digan
el nombre inocente y bendito
y el viento repita sin tregua
sólo aquel nombre en sus oídos.
Matador tu amigo, muere.
La luz no baja a tu rostro y el agua
y el agua no sube a tu boca
y tu risa se volvió mueca
y tu marcha huida vana.
Matador perdurable, ya matas
a cada hora y a cada instante,
despierto y dormido, huido y quedado.
No asentar brazo doloroso
en el sillón del viejo pino
donde sus brazos despertados
gestean llenos de signos. (3)
Venga del mar marrullero
o baje del monte esquivo.
Él llega y llegará siempre
algodón o cordero vivo.
Es la hora de su recuerdo
y de su tránsito vivo (4)
cuando el viento trae su nombre.
Viene infaltablemente
alto, dorado, leal y fino.
Por la cita a la hora de su muerte
volvemos a ser lo que fuimos:
el círculo de la Gracias (5)
el regreso del peregrino,
la fábula recomendada
como un río o un camino.
Llega a tu puerta y a tu sueño
a tu silencio y a tu puerta
y a tu boca que lo nombra
y a tu puerta que se le abre
y a tu sueño que repite
un día, una noche, y un alba.
Sólo una noche y sólo un día.