«Es una «demoiselle de moyenne vertu»». Esto me recordó a tantos artistas que pintan la lucha entre el amor y la castidad (Pietro Perugino, Sandro Botticelli, etc...) Acudo desde joven a las putas de lujo. No ligo, no sé, pago por media hora de amor. Son un encaje de seda de Bruselas, un rico bordado con aplicaciones de oro y plata. Mi amor por ellas es una suerte de «gourmandise». ¡Vivan las putas! Ya no te escondes para ver pornografía o practicar sexo mercenario, sino para escribir un poema. Es más fácil que se burlen de ti porque estás enamorado que por estar excitado. Pero creo que inclusive ponerlos en un antagonismo lineal es equivocado. El sexo sin sentimientos muchas veces no pasa de un ejercicio, de acto repetitivo sin un fin, sin una apuesta. El sexo conejero y cinegético, gimnástico, es una suerte de defección de la Civilización. Solo los sentimientos, más allá del amor o no, pueden hacer que el sexo sea más de lo que es. Ja, ja, no me lo creo ni yo. Mi paraíso es una ciudad llena de casa de citas, como el París de 1790, donde, según las estimaciones de los historiadores, hay 40000 prostitutas para 600000 habitantes. Condes, obispos, cardenales, burgueses o menestrales se distraen felices. Una democracia que puritana quiere prohibirla, ecs. Esa solemne frase: educar al pueblo. Con Renan creo que el azar del nacimiento es menor que el azar del escrutinio. La sociedad, con el sufragio, se ha rebajado. La democracia ha ganado la muerte. El pueblo y sus políticos son mucho más terribles ahora que en tiempos de Robespierre.