Arturo Herrera

Mi gato, el amo de la noche

Dios, en su capricho divino,
hizo al gato con pinceles de arrogancia,
con sombras de misterio
y una pizca de esa indiferencia
que duele y fascina a partes iguales.
Es un rey sin reino,
un dios menor que camina
sobre el mármol de mis días
con la elegancia de quien sabe
que el mundo le pertenece.
 
Y yo, un mero siervo,
un esclavo voluntario
que abre latas como ritual sagrado,
que cede la cama,
la almohada,
el alma,
porque en sus ojos de universo
se oculta un saber que jamás entenderé.
 
A veces me despierto en la noche
y ahí está, en la penumbra,
mirando lo que mis ojos no alcanzan,
cazando sombras de otros mundos,
protegiéndome de fantasmas
que mi lógica desprecia
pero que su instinto respeta.
 
Me fascinan las historias
que el tiempo ha tejido a su alrededor,
susurros de brujas,
guardianes de almas,
portales de lo eterno.
A veces, creo que le habla a algo
que ni yo ni tú podríamos nombrar,
y me quedo en silencio,
intentando traducir
lo que sus ojos me gritan
en un idioma tan viejo
que el viento lo olvidó.
 
Es irónico, ¿no?
Que el ser más libre
me tenga tan atado.
Pero al final,
mientras ronronea en mi pecho,
entiendo que no soy su dueño,
ni su amigo,
ni siquiera su igual.
Soy solo el afortunado mortal
que, por capricho del destino,
fue elegido por un dios con bigotes
y patas de terciopelo.

Otras obras de Arturo Herrera...



Arriba