Arturo Herrera

El dique roto

Cry baby

 
No lloro por lo que ves,
no es el vaso caído,
ni la última palabra que arañó mi oído.
Lloro por todas las veces
que mordí la lengua
y fingí que el silencio
era suficiente armadura.
 
Lloro por las noches
en que el insomnio se sentó a mi lado
y me susurró todas las cosas
que no quise escuchar.
Lloro por las palabras no dichas,
por los abrazos que negué
y los que no me atreví a pedir.
 
No es debilidad,
es el peso de un dique
que construí con promesas rotas
y sonrisas forzadas,
con “estoy bien” lanzados al vacío
y carcajadas que nunca llegaron al alma.
 
Llorar no es caer,
es rendirse ante uno mismo,
es aceptar que somos barro y grietas,
que la fortaleza también cansa,
que el agua no entiende de barreras
ni de tiempo.
 
Lloro porque soy humano,
porque acumular no es sanar,
porque la angustia también envejece,
y cada lágrima que cae
es un poco de mí que se libera,
que se redime.
 
Lloro porque ya no puedo fingir,
porque el dique se rompió,
y en la inundación me encuentro,
me reconozco,
me perdono.
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