Arturo Herrera

El filo de los días

 
¿Esperabas dulzura?
No, aquí no encontrarás palabras suaves,
ni sueños que amortigüen la caída.
La vida, como la he visto,
es un juego sucio de promesas rotas
y espejos que reflejan lo que más odiamos.
 
Hablas de esperanza,
de esas mañanas que pintan los cielos de oro.
Qué ironía,
cuando sabemos que el sol no brilla igual para todos,
que algunos nacen con las manos llenas de ceniza
y otros, con el privilegio de no mirar atrás.
 
Te deseo el peso de la realidad,
esa que se cuela entre las grietas de tus certezas,
que te arranca las máscaras
y te deja frente al abismo.
Porque solo en el dolor se forja el verdadero carácter,
aunque el precio sea caro,
aunque te arranque algo que jamás volverá.
 
No quiero que sonrías,
esas sonrisas forzadas que tanto practicas.
Quiero que grites,
que escupas las palabras que te tragaste,
que dejes de fingir que todo está bien
cuando el mundo a tus pies es un campo de ruinas.
 
Sí, hay resentimiento aquí,
porque los días no perdonan,
porque las cicatrices son mapas
que nos llevan de regreso al mismo infierno.
Pero también hay añoranza,
un eco de lo que pudo ser
y nunca será.
 
No te deseo felicidad.
Te deseo verdad.
Esa verdad que duele,
que corta como un cuchillo,
pero que te libera de las cadenas
de tus propias mentiras.
 
Y cuando mires al cielo
y veas que no hay estrellas,
recuerda:
no es el odio lo que te consume,
es el recuerdo de lo que amaste
y dejaste morir.

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