El bus veinte va como si no quisiera llegar al final.
Háblame de la fotogenia de la primavera de mis manos meciendo tus muslos y tus piernas
Esta disputa —que el lector disfruta— de la zorra con las uvas me enseña
No sé a quién busco aquí, Padre: si lo estoy buscando a Él o me estoy buscando a mí.
Del maestro más mordaz, siempre somos aprendiz: las lecciones vitales siempre dejan cicatriz.
Se oye un sepelio por los muertos por dentro: vida sin ganas.
Todo el mundo quiere ser inmortal, pero nadie se ha molestado en leer la letra pequeña: para ser inmortal
Don nadie que se ha quedado con casi nadie desde que tiene memoria sabe que no hacen falta
Vamos con prisa para llegar más rápido a ninguna parte.
Todos los días sonrío, o es que no lo ves: unos días al derecho, otros al revés.
La débil dedicatoria que le dedico… para hacerlos míos se está desdibujando entre ojeras desgastadas y lírica… y se está volviendo ilegible
La vida se bebe a sorbos breves: como un buen vino.
A veces, el fuego se enamora de todo lo que toca. En esas veces y solo en esas el destino, lejos de ser desatino, es justicia poética.
Mientras el otoño llega y las hojas se tornan amarillo, yo me torno carajillo y me bebo,
La nueva normalidad solo dejará de ser nueva cuando vuelva a ser normal.