(Al rancho donde aprendí a creer
en el hombre y a querer el mate amargo)
Rancho que’n la cerrasón
de mis pupilas marchitas
solés prender la chispita
de tu ricuerdo dulsón:
cuando al triste corasón
me lo arrocina el destino,
y desnortiao y sin tino
pierdo rumbo y goluntá,
en mi memoria te alsás
pa señalarme’l camino.
Vos juistes el blando nido
ande mis sueños se criaron;
el palenque ande se ataron
mis afetos más queridos;
la güerta ande ví floridos
y semiyaos mis anhelos;
el mamantial color cielo
que supo calmar mi sé;
la fogata ande quemé
mis desconsuelos.
Juiste aroma y miel, Totora,
de primavera serrana;
juiste la novia paisana
qu’emprestó lus a mi aurora.
Ponchadas de lindas horas
bajo tu techo viví.
La vigüela tuvo allí
arruyos d’hembra amorosa,
y la caña jué sabrosa
pal gaucho que truj’en mí.
Y aura que falt’a mi vida
tu perfume de querencia,
y de luto por tu ausencia
yevo’l’alma dolorida;
aura que aguanto prendida
a la cacunda una crus,
y sin alsar el testús
voy marchando a tranco lerdo,
en mi noche es tu ricuerdo
com’un bichito de lus.