¿Ti acordás, chirusa? Jué ya entre dos luces.
Vos’tabas parada contra la tranquera,
con los ojos fijos, clavaos en el cielo,
como pastoriando la primer estreya.
Echao a tus pieses cuchilaba el gato;
sobre la ramada cantaba un silguero;
mientras los gurises, tiraos entre’l pasto,
se daban, riyendo, güeltas de carnero.
Yo me juí arrimando con mira’e decirte
que dende hacía tiempo te andaba queriendo;
que me tenían loco tus trensas retintas,
el luto’e tus ojos, l’aroma’e tu cuerpo.
Pero al verme cerca s’his’humo el coraje;
de puro fayuta s’envaró mi lengua;
y dispués de muncho componerme’l pecho
te dije, temblando, ni sé qué simplesa.
Vos me retrucaste dispués di un ratito,
cuasi sin mirarme, con algo’e disprecio,
y tus dientes blancos como leche d’higo
mordieron con juria la punta’el pañuelo.
Quedamos cayáitos los dos, suspirando,
y asina’stuvimos, sin alsar la vista,
hasta que la noche se apió sobre’l campo
y apagó las últimas brasas del día...
Con pena y con rabia te dije adiosito,
y cuando, ya’l dirme, volví la cabesa,
vide que tus ojos’taban lagrimiando
y que los bajabas como con vergüensa.
Quise entrepararme pero jué imposible
pues me rempujaba yo no sé qué juersa;
y seguí tranquiando derecho al palenque,
y al tranquiar, yoraron por mí las espuelas...
Dispués, pa otros rumbos me cinchó el destino.
A campiar olvido juí de pago en pago,
armándole al ñudo la cimbra’e mis tristes
a la pena perra que m’iba matando...
Y aura que tus ojos son dos luces malas
que asombran mis negras noches de dolor,
ricordando aqueyo pienso: ¿por qué pucha,
desiando lo mesmo, cayamos los dos?