Suco’e quereres gauchos
maduraos en tristesa.
Siñuelo de amarguras cimarronas.
Querencia de las lágrimas matreras.
Cuando estirás, lerdiando, tus dies hilos
mojaos en la garuga de la pena,
tuito el dolor arisco de los campos
se piala en eyos y se romp’en quejas.
Sólo pueden parirte las guitarras
cuando un amor bien macho las empreña;
cuando’l’alma del hombre que las pulsa
se ha ganao güelta música en sus cuerdas.
Sos com’un corasón en carne viva,
machucao de asperesas,
que se va desangrando di a poquito
por la boca redonda’e la vigüela.
Camote de los tristes.
Aparcero’e la pena.
Laso trensao con ráices de pesares
pa estaquiar las memorias gambeteras.
No tenés ni un cencerro de alegría.
Ni una esperansa risa tu cansera.
Sólo sabés d’esos lamentos hondos,
arañaos de desdenes y de ausencias.
'Tás hecho pa boyar en el silencio
d’esas noches pesadas de sueñera,
que harnerea’e lus el braserío del cielo
o hace ruanas la luna con sus hebras.
Espina untada en pulpa’e macachines
es tu música lerda:
pincha en el corasón, y al mesmo tiempo
vuelca dulsuras en la herida abierta.
Cada ves que t’escucho
se me anochece 'l’alma con tus quejas;
pero puntiás d’estreyas esa noche
pa clariar el remanso de mis penas.
Por eso me gustás: porqu’en tus hilos
prendió el campo sus lágrimas secretas;
¡porque sos como el sumo’e sus amores
injertao en la yel de sus tristesas!