En aquel entonce’pa mí era un retoso
charquiar las verijas al potro más diablo,
dejar güelta a güelta clavada una taba,
boliar un arisco, madrugar un guapo.
El fierro filoso, pronto pa un barbijo,
quebrao el chambergo, el pucho en los labios,
goliya tendida golpiándome’l lomo,
el sobeo a los tientos, el poncho en el braso,
me vido el gauchaje yegar a las yerras
al galope largo de mi porcelano,
y ayí, entre los tauras, floriarme pialando
hasta que quedaba ramaliao el laso.
Y también me vido templar la vigüela
—dispués qu’empesaba’ menudiar el trago—
y dejar petisos en los contrapuntos
a los más cantores sabiases del pago.
Tropero’e quereres, suertudo y ladino,
arriaba suspiros de tuitos los ranchos;
no había una chirusa, po’arisca que juese,
que al óir mis requiebros no parase a mano.
Y más de una noche me vido la luna
junto a una tranquera rayar mi cabayo,
y morder la pulpa coloráita y dulce
de una boca linda como flor del campo.
Pa mí la crucera no tenía veneno;
pa mí no pinchaba la espina del cardo;
y andaba sin miedo por tuitas las sendas
y ninguna sanja me atajaba el paso.
Y viviendo asina, creiba que la vida
sería siempre lisa com’un campo yano,
po’el que yo pudiera crusar sin trompiesos
al golpe largo de mi porcelano...
... Dende aquel entonce’, sobre mi cacunda
se’apilao la carga de una punta de años;
manadas de penas me han hosao el alma
y tengo la crisma ralita y blanquiando.
Aura soy un viejo que se duebla’l viento
y en cuantito yela ya’stá tiritando;
que tiene flojitas las dos chiquisuelas
y agatas si puede subir a cabayo...
Y si me aliveo de las quebraduras
y a pitar mi chala me siento en el patio,
me dentra’e repente com’una tristesa
y otra ves p’adentro me voy, resmungando.
Es porque me acuerdo de cuando besaba
una boca linda como flor del campo,
y andaba sin miedo por tuitas las sendas
al galope largo de mi porcelano!...