Sos lo mesmo que yo. Vivís p’adentro,
ajen’a tuito lo que rodea.
Como nada tenés, ni esperás nada,
gastás el tiempo en rejuntar peresa.
Y no sentís curiosidá ninguna
por lo que pas’ajuera,
ni comprendés al viento ni al arroyo,
que corren siempre y siempre tienen priesa.
Vos no tenés apuro.
Sos como esos que ya han pegao la güelta,
cansaos de ver que tuitos los caminos
no son más nada qu’esperansas güecas.
Dejuro’e tanto cavilar a solas
te jué projundisando la tristesa,
y aprendiste asina qu’en la vida
dirse o quedar lo mesmo fastidea.
Por nada te afligís. Pasás el día
sin quejarte del sol, que te chucea,
y a veces se propasa y te desnuda
pa vichar hasta el fondo’e tu agua quieta.
Sólo a cielo querés. El es tu amigo.
Naides más has hayao que te comprienda.
Por eso, cuando ves qu’está contento,
te alegrás vos también y sos güena.
A ocasiones se agarran de retoso:
él t’enyena de nubes, t’ensucea,
y vos lo arremedás, pa desquitarte,
luciendo los colores qu’él amuestra.
Como si jueran novios,
otras veces las priendas se cambean:
vos, por el día, l’emprestás tu espejo,
y él, de noche, t’empresta sus estreyas.
Con eyas te pasás hasta que aclara,
entretenida en ver cómo chispean,
dispertando la envidia
de los bichos de lus que pasan cerca.
Y no ambicionás más. Eso te basta
pa dir engambelando la esistencia.
¡Que corran los arroyos y los vientos!
Vos preferís quedar pescando estreyas.
Sos lo mesmo que yo. Tamién yo vivo
sin ruido y aplomao por la peresa;
tamién me gusta cavilar a solas
y rumiar dispacito mis tristesas.
Sos lo mesmo que yo. Sin afligirnos
refalamos los dos por la esistencia.
A vos te basta un redondel de cielo
¡y a mí la intimidá de una vigüela!