Sobre’l lomo potro de mi campo crudo
—que nunca ha sentido de un arao la marca—,
prontos pa meyarles el filo a las rejas
estos altaneros tacuruses se alzan.
Son como celosos troperos que rondan,
engüeltos en ponchos de chilcas bagualas,
la tropa orejana de mis pensamientos,
mis libres ideas, mis chúcaras ansias.
Brujones que prueban el tiemple del campo,
perebas en ruda machés levantadas
que son pa mi orguyo lo qu’es pal de un gaucho
el surco que le abre de frente una daga.
Por eso al que quiera cruzar los potreros
sin triyos que tiene la estancia de mi alma,
le alvierto que debe tranquiar muy dispacio
si quiere librarse de alguna rodada...