Colgao de un guayabo lo hayaron al moso,
ceñido el pescueso por un maniador,
risándose al viento la negra melena
y el cuerpo lujoso de libras de sol.
¡Estrañas sospresas que tiene’l destino!
Pensar que ayer mesmo lo vide crusar
sobre un curuyero qu’en cada balance
lindero del cielo buscaba quedar.
Pensar qu’era juerte com’un coroniya;
curao a intemperies; templao a facón;
jinete qu’en pelo nomás, por floriarse,
al más abrojudo bagual se horquetó.
Y en cuanto el disprecio filoso y perverso
de una cabortera trosó su ilusión,
careció de riendas y de nasarenas
pa domar la pena que lo basurió.