Serafín José García

Chiripa

Venís del tiempo del coraje grande,
que se salía del pecho en las patriadas
pa salvar el destino de una tierra
que al fin no jué de los que la salvaran.
 
Del tiempo aquel en qu’el gauchaje pobre
no topaba alambraos que lo embretaran,
ni se véia de a pie por los caminos
p’ande aura lo rempujan las estancias.
 
Eras entonce’de merino negro
—a menudo floriado con sangre brava—,
y te ufanabas de lucir cuaternos
abiertos por la sarpa’e las tacuaras.
 
Concluídas las lioneras, vos viviste
sacando música’e las pamperadas,
manchando’e noche’l lomo’e los baguales
y tauriando entre chinas y guitarras.
 
A ocasiones tu dueño, presumido,
con un oriyo’e seda te adornaba
—celeste o colorao, sigún el pelo—,
pa compadriar en bailes y tabiadas.
 
Dispués te jué borrando la pobresa.
Tu color toldo s’hizo color rata.
De nada te valieron ya tus mentas
ni tu heroico pasao, mordido’e lansas.
 
Hoy sos de bolsa pingajienta y sucia
y apariás –por galpones y por chacras–
tu suerte a la de algún nieto del gaucho
que t’estreyó de sangre’n las batayas.
 
Y achicharraos po’el juego’e los mormasos
o tajiaos po’el vidriaje’ las escarchas,
cinchan los dos en yunta, porque hay algo
que nunca se acalambra: ¡la esperanza!
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