Cuando sueñes con él
no me lo cuentes.
Déjame en la inocencia
de creerme el niño
que recibía tus cartas.
Abandóname en la música
y en el tintero
de la boda municipal
que cambió tu fragancia
y me hizo un forastero
para la fantasía
y el cáliz
y los escorpiones.
Cuando alguien aparezca
en tus sueños como un príncipe
ponle mi cara.
¡Niégalo!
Favoréceme con la historia
como si fuera mía.
El amor no dirige los sueños
ellos son nuestra locura diaria
pero necesita restauraciones
teatralidad, renuncias
para que la vigilia no pierda
el sacramento de la neblina.