...
¡Estaba destrozado!
Despedazado en letras y silencios.
Tu partida por entre la ventana jamás abierta;
certeros y punzantes disparos desde tu mirada.
Caí muerto.
Herido en el pecho.
Me desplomé balcón abajo.
La escena se repitió un centenar de veces.
Cada vez que tu voz me decía “silencio”
Me abandonaba a tus cobijas.
Miles de poetas murieron.
En el lumbral de la puerta, yo con ellos.
Diez pistolas obedecían al tiempo
y un solo disparo en la ciudad.
Mis huellas desorbitaban el espacio.
Y ese pájaro horrorizado por el terror
Se negaba a salir.
Estaban, sin embargo, unas cuantas estaciones
esperando mis intenciones.
Y yo, ya había recobrado el semblante
de los días del miedo.