Miguel de Unamuno

Teresa: 35

     Yo callé y tú exclamaste: «¡Qué bruto
el hombre se pone que cede a les celos!»
     Avanzaba una nube de luto
que en un breve instante nos tapó los cielos.
     Y del trueno estalló una centella,
sangre en llama viva, en que ardió la nube;
     me dió miedo de mí tu querella;
nunca tanto miedo en mi vida tuve.
     Desatóse luego el cielo en agua;
tú a llorar rompiste viéndome perdido,
     y apagóse luego en tu llanto la fragua
que Luzbel maldito me había encendido.

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