Miguel de Unamuno

Teresa: 41

Pasé junto a la reja de tu prima
     que estaba con el novio,
y ni pasar me vieron. Me dio grima
     y luego el triste agobio
de nuestra soledad. El que la cosa
     no hubiese sido adrede
ene la hizo más punzante y más odiosa;
     todavía no puede
conformarse, mi pecho. Y me decía,
     siguiendo mi camino:
«¿estarán ciegos?» 'y el que no veía
     sólo era y o .,. Es mi sino...
Perdóname, Teresa, que haga alarde
     al mundo de mi duelo,
y que me pida el corazón cobarde
     los ritos del consuelo...

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