Cuando el ángel sombrío de la muerte
toque mi corazón con mano helada,
el dulce resplandor de tu mirada,
vertiendo sobre mi, quisiera verte.
Quien sólo supo, por su mal, quererte,
no en su pecho tu imagen adorada,
ni en su memoria tu memoria amada,
podrá tener cuando repose inerte.
Que libre entonces de su cárcel dura,
tal vez, tal vez el alma volaría
a un ignorado cielo de ventura.
Y abandonara el cielo el alma mía;
que por vivir mirando tu hermosura,
otra vez a la tierra volvería.