Del hogar escudo fuerte
Dios hizo que el hombre fuera:
¡ay si por terrible suerte
se lo arrebata la muerte
a su débil compañera!
Ya el árbol no se levanta;
las hojas al polvo van,
y es su desventura tanta,
que las pisa tosca planta
y las barre el huracán.
¿Qué mucho si fui abatida
yo, la más pequeña gota
que arrastra el mar de la vida,
átomo errante, hoja rota
por los vientos combatida,
Si los que gigantes fueron
y con su genio asombraron,
entre infortunios vivieron,
con la adversidad lucharon
y en la pobreza murieron?
Ellos a la humanidad
dieron su aliento fecundo,
que fue ciencia o santidad,
que fue un libro, que fue un mundo,
y hallan la inmortalidad.
No es tan alto mi destino:
no tengo el genio divino
que deja eternal memoria;
las zarzas de mi camino
no se convierten en gloria.
De mi vida en el ocaso,
ya la sombra se acrecienta.
¿Qué os dejaré de mi paso,
al romper el frágil vaso
en que el espíritu alienta?
mis entusiasmos, mi fe.