Como la amante yedra al muro asida,
como dos aves juntas en su vuelo,
como lago tranquilo copia el cielo,
mi vida fue reflejo de tu vida.
¿Y has podido partir, alma querida,
dejando sola, en infecundo suelo,
la pobre yedra, que en su amargo duelo,
no será por tus brazos sostenida?
¡Ya el muro de mi hogar se ha derrumbado;
ya consiguió la muerte su victoria;
pero es más grande la que tú has logrado:
Que de la muerte triunfa tu memoria,
y es algo de tu ser, que me has dejado,
el destello bendito de tu gloria!