Ofrenda de infortunios y dolores
el destino dejó sobre mi cuna:
no me brindó sus dones la fortuna,
y el amor me dio espinas, nunca flores.
Me hirió la ingratitud de los traidores,
a los que el alma abrí, sin sombra alguna;
vi prendas adoradas, una a una,
sucumbir de la muerte a los fulgores.
Ya nada a mi alrededor en pie subsiste,
y vivo como el árbol sin ramaje
que carcomido y solitario existe.
Y al fin, cayendo en lúgubre paraje,
mis pobres restos, en olvido triste,
descansarán de su fatal viaje.