Sueño: ¿por qué si ahuyentas mis dolores
hora no acudes al acento mío?
Ven, que tú calmas mi dolor impío;
ven, no te muestres sordo a mis clamores.
Ven, que escucho fatídicos rumores
entre el silencio aterrador, sombrío;
ven, que en tus brazos contemplar ansío
al ángel celestial de mis amores.
¡Cuánto le adora el alma dolorida!
Más su fiero desdén me da la muerte;
que yo no quiero sin su amor la vida.
¡Ay! si consigo la dichosa suerte
de contemplarlo, cuando esté dormida,
¡déjame, sueño, que jamás despierte!