Marina Córdoba

Gógol, los elementos composicionales dicotómicos

Bifurcaciones morales, polifonía y dicotomización. La materialización de las posturas encarnadas en personajes objetivizados y sociológicamente tipificados.

Del carácter inicialmente polifónico de la dicotomía al dialoguismo constitutivo de las composiciones

Una dicotomía es inicialmente polifónica ya que en un principio presenta elementos que se contraponen, se cuestionan unos a otros y se disputan la legitimidad. Estos elementos diametralmente opuestos, generalmente relativos a la moralidad en la obra de Gógol, son posturas encarnadas en los personajes que se desafían, como discusión o debate, en el diálogo explícito. Así, en El Retrato (1835), la simbolización de la pintura del prestamista como “diabólica” coincide con el rechazo a la avaricia, la codicia, el egoísmo y la envidia; valores que ésta figura inmortalizada personifica. De manera absolutamente contraria, el artista es enaltecido a través de su acercamiento hermenéutico y estético a la idea de divinidad, ya que el pincel es guiado por fuerzas de bien capaces de vencer al mal encarnado en lo maldito, contenido en tal renombrado cuadro. No obstante, valores como la austeridad, la humildad, el cultivo autodidacta del talento, la reclusión social*, la resistencia frente a las adversidades económicas que artistas acaudalados y aristócratas no han de sufrir, son lo que conforma el carácter del artista devoto a su tarea, por el mero amor al arte, por su apoteización pura. De esta forma, estas dos voces opuestas dialogan –tanto al interior de la mente de los personajes, en forma de soliloquio, como entre ellos, de manera explícitamente dialógica–.
Para ejemplificar la introducción a la categoría de análisis expuesta anteriormente, nos referiremos a la última sucesión de hechos en la segunda parte del relato, el final. En el desenlace, tras el extenso monólogo del hijo del autor del retrato maldito, la tendencia narrativa toma un altísimo tinte conclusivo cancelando así la polifonía inicial, y acallando a la voz de la “malicia”, lo “diabólico” –al ser así caracterizado, sin tapujos de objetividad alguna, por el autor mismo, remarcando la coincidencia entre su postura moral propia y la del relato–.

Las categorías para el análisis  del texto dicotómico
  Internalidad y externalidad

Las dicotomías pueden categorizarse como internas y externas. En el caso de las dicotomías internas, el personaje se cuestiona a sí mismo, dialoga con las posiciones contradictorias al interior de su propia mente en forma de soliloquio de pensamiento. Éste es, de todas formas, internamente dialógico ya que adquiere la estructura conversacional donde cada posición contradictoria se encarna a sí misma en el locutor, “yo” o el “tú”. El individuo que se posiciona a sí mismo como locutor, emisor vocal del discurso, está inevitablemente inserto en un contexto espaciotemporal que condiciona su uso de la lengua y da forma a su enunciación. El individuo asume la lengua, se aúna con el contrato social tácito de las palabras y las vuelve suyas en su ejercicio; las incorpora, mediante un fenómeno que Mijaíl Bajtín supo caracterizar como heterogosia. Éste consiste en la conformación del discurso propio a través de la incorporación de lo dicho en otras esferas sociodiscursivas, es decir, la estructuración de la palabra propia a partir de la ajena. Esta caracterización da cuenta de la multiplicidad de voces que habita microscópicamente cada recoveco de la lengua, desde el diálogo explicitado exteriormente hasta la autoconciencia, resaltando la influencia del medio sobre el individuo.

La estructura dialógica del soliloquio y el propio pensamiento pueden simplificarse acudiendo a la metáfora del ángel y el diablo: uno en cada hombro de un mismo hombre, en posturas opuestas y trajes de contrastantes colores cargados de simbolismos. Se presentan figurativamente escindidos, como si de un mismo hombre fuera necesario crear dos: el ángel y el diablo encarnan los reversos de una misma conciencia que es internamente contradictoria. En tanto el sujeto tenga percepción y juicio de sí mismo, se interpela en un diálogo silencioso, pero diálogo aún. De esta manera, “yo” y “tú” no se corresponden, necesaria y exclusivamente, con sujetos corpóreos, materiales e individualizados.

Las dicotomías internas y externas son recurrentes a lo largo de toda obra con alto contenido moral, ya que la moralidad irrumpe como una regla innatural, impuesta en la socialización de todos los suyos y cuyas refracciones pueden ser admiradas en toda la variedad de expresiones del arte. La moralidad actúa como un puente mediador entre los impulsos individuales, que los “civiliza” (en los ojos de quienes la enaltecen) dada la necesidad del individuo de someterse a acuerdos de convivencia sociales –tácitos–. La debilidad humana generalizada y su incapacidad para sobrevivir en un entorno natural hostil lo fuerzan, de cierto modo, a organizarse colectivamente para dominar a su principal némesis: la naturaleza. La vida en sociedad, desde sus inicios, se impone reglas a sí misma: hacia el siglo XIX, se acentúa el ordinario moralista, y mucho más profundamente hacia el siglo XX. La disputa con uno mismo como eco de lo recibido desde fuera, como consecuencia de este sometimiento inaugural de la vida social, aparece como el producto final que impregnará la trama del conflicto necesario.
Este dialogo internalizado no sólo refleja una polifonía interna, un debate contradictorio entre posiciones dentro de la mente del personaje consciente de sí mismo. Sino que deja clara la existencia de una polifonía externa: la palabra propia surgiendo de la palabra ajea en un debate oído a la lejanía, leído en la prensa nacional, parte de la consciencia colectiva y se refracta individualmente. Es imposible desplazar esta categoría a segundo plano ya que, en obras de índole moral como es El Retrato, el argumento principal y el desarrollo troncal de los hechos gira en torno a estas polifonías externas, adquiridas a través de la socialización partiendo de las normas y convenciones propias del contexto geográfico e histórico que las enmarquen. Más allá de la tendencia típicamente monolítica de los relatos que tratan la moralidad, estos elementos microscópicamente polifónicos –las dicotomías internas– son altamente recurrentes y no pueden pasar desapercibidos al análisis estructural de su fundamento.

Por otro lado, en el caso de las dicotomías externas el personaje es visto como un sujeto tipificado sociológicamente que se enfrenta, encarnando una posición determinada, contra otro. El debate se da de manera exterior, expresamente dialógica. En tanto polifonía externa, suele tratar temáticas de interés social, histórico, político, moral, etcétera. Son discusiones acerca de variables que se hallan por fuera del personaje individualizado –ya sean de interés público o íntimo, jamás individuales, sino colectivas: involucran múltiples subjetividades–. El diálogo es con otros, no consigo mismo, aunque una dicotomía externa, sin embargo, puede desatar una dicotomía interna. Una temática de interés general (como una conversación cotidiana sobre política nacional) puede desencadenar, en el personaje individualizado, un debate consigo mismo –polifonía interna–que de cierto modo derrita sus cimientos y certezas para ubicarlo en el espectro de la ambigüedad, la necesidad de exploración, de descubrimiento de uno mismo y el mundo, para así reposicionarse firmemente sobre sus valores e ideales.

El movimiento monológico de cierre de la polifonía
  Dicotomías abiertas y cerradas

Por otro lado, las dicotomías pueden categorizarse como abiertas o cerradas. Las dicotomías abiertas son aquello que conocemos como polifonía, son los conflictos irresueltos, las opiniones superpuestas –donde no existe una única voz de la verdad, sino muchas voces contrapuestas en un debate dinámico, constante, inconcluso–.
Asimismo, la dicotomía cerrada es la tendencia a la cancelación de su carácter inicialmente polifónico. Tras la manifestación y disputa entre elementos contrapuestos, el movimiento monológico de cierre de la polifonía consiste en el enaltecimiento de una postura como magnánima, buena y verdadera, por sobre las demás. Incluye la categorización contraria de cada postura, la tajante oposición bueno/malo, verdadero/falso: el posicionamiento intramoral.

La dialéctica constitutiva de las dicotomías gogolianas y un estudio de la subjetividad histórica

Hacia el desenlace conclusivo de la narrativa, en contraposición al posicionamiento moral del autor –coincidente con el personaje “bueno”– puede observarse una remarcable inconclusividad en los hechos. Específicamente en la escena final donde son conjugados elementos deificados –como el súbito desvanecimiento de la obra maldita, misterioso, durante el monólogo confesional ante el múltiple y silencioso auditorio– y otras posibilidades de lo más mundanas –el hurto, el robo mientras la audiencia enfocaba su atención en el monologuista–. Estos sesgos de cotidianeidad, contrapuestos con elementos divinos, logran armonizarse unos a otros, mostrándose como constitutivos y necesarios, el uno para la existencia del otro.

Podríamos retratar de manera esquemática la dialéctica de las dicotomías gogolianas. En primer lugar, son polifónicas, pero al manifestarse un movimiento narrativo conclusivo, ésta polifonía se cancela y deja enaltecer como absoluta, únicamente a una de ellas. Este despliegue y contraposición de ideas, este impulso al debate, esta crítica  a los elementos constitutivos de la obra y las influencias del medio social que el autor mismo habita, es un movimiento dialéctico indiscutible.
Sin conductas amorales, no existiría justa moralidad, como sin luz la oscuridad resulta inconcebible. Ambos nos resultarían imperceptibles si no conociéramos sus contrarios, seríamos incapaces de describirlos si no fuera por oposición al otro. De esta manera, este movimiento dialéctico termina armonizando a los contrarios, sin consagrar una polifonía, solamente asegurando la primacía de uno sobre el otro pero, al menos, dando lugar al debate. Permite vislumbrar, a su vez, la realidad cruda de la creación y la subjetividad involucrada en todo proceso artístico, resaltando el carácter internamente contradictorio de la sociedad rusa en el contexto de elaboración de esta obra y la posteridad.

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