Aleteo travieso traspasa fugazmente
Los muros,
Despedrados
Suburbano paisaje
De tragedia metropolitana:
Lo restante de una princesa de tiza
Tras la lluvia desdibujada, se hunde
Dentro de sí
En la nulidad del instante,
Incorpórea
En el grito de la muda
Ante el horror absoluto de la inexistencia.
En el dominio de la censura de lo obsceno
Yace opresiva
La inconmensurabilidad:
Lo total y absoluto del vacío.
Arde, en el reflejo
Del centro de su alma,
Hecha de espejo, la ajena
Mirada enrojecida
La lágrima incolora
Se esploma en el concreto y
Al trazo del viento, un suspiro
El humo contenido
Por el hombre de ceño fruncido.
La inocente pupila tornasol
Redondeándose, en el reflejo
Una realidad que desarma:
El propio cuerpo extraviado
En un riachuelo de negras aguas
El iris ennegrecido en un laberinto ficticio,
Callejuelas mal iluminadas,
Trenzas de sueños
Tejidas entre sábanas
Donde miradas rutilantes castigan
Inocentes aletadas de niña pájara.